Por su interés, reproduzco este artículo de
Anatxu Zabalbeascoa publicado en
"El País Babelia" el 7 de marzo de 2016
William Morris tenía razón
Los textos del diseñador y ensayista conservan hoy la vigencia de su tiempo incipientemente industrial
“La gente ha olvidado cómo es un prado o un río y su idea de la belleza es un pub de lujo”. El diseñador y ensayista inglés William Morris (1834-1896) ha pasado a la historia como un artesano que se resistió a la revolución industrial. Transcurrido más de un siglo, la cruzada del fundador del movimiento Arts&Crafts en defensa de la artesanía puede leerse también como una certera advertencia contra el consumismo: “Remplazar un producto de calidad por un sucedáneo no es una consecuencia de la penuria y la guerra, sino de la abundancia y la paz”.
De las 200 conferencias que pronunció tratando de explicar la relación entre el arte y el trabajo —y las condiciones de vida de los trabajadores—, siete —y una serie de cartas a periódicos— componen esta recopilación editada por Olivier Barancy. “La obligación de trabajar en algo que a uno no le gusta es la maldición recurrente de la civilización. Esforzaos y convertid vuestro esfuerzo en placer: esa es la clave para la buena vida”, escribe.
El libro —que lleva por título uno de sus más conocidos textos: La Era del Sucedáneo (1894)— conserva en plena era posindustrial gran parte de la vigencia del tiempo incipientemente industrial en el que fue escrito. La razón es que por encima de la irreversible mecanización del trabajo, la crítica de Morris vaticina la inagotable perversión del mercado. Hoy, cuando los sucedáneos constituyen la esencia de nuestra civilización, asusta recordar su convencimiento de que reduciendo la producción a una cuarta parte seríamos más ricos. Sus escritos destilan el optimismo de quien cree que las ideas tienen capacidad para transformar la vida, pero también el idealismo de quien se atreve a vaticinar que la buena vida del futuro no tendrá nada que ver con la de los ricos de su tiempo.
Morris tuvo la perspicacia de poner en palabras que “la esencia de la producción industrial no es la producción de bienes sino la de beneficios para los privilegiados que viven del trabajo de los demás”. Por eso su legado es clarividente en todo lo que hace referencia a la inclemencia del mercado y a la salvación por la educación. “No se educa a nadie para ser persona. A unos pocos para detentar la propiedad y a los demás para servirla”, denunció. “Dejemos de ser tontos y dejarán de ser nuestros amos”.
Es fácil catalogar a Morris de radical. También de reaccionario (por ir contra el progreso), de utópico (por la fe ciega que tenía en el socialismo) e incluso de esnob. Ese retrato poliédrico y paradójico debería bastar para describir la amplitud del visionario. Es importante recordar que distribuía parte de sus beneficios entre sus obreros. Estaba convencido de que la felicidad dependía no de tener un trabajo sino de disfrutar con él.
La Era del Sucedáneo y otros textos contra la civilización moderna. William Morris. Traducción de Javier Rodríguez Hidalgo. Pepitas de Calabaza. Logroño, 2016. 134 páginas. 15.50 euros.
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