Fotograma de la película "María Antonieta" de S. Coppola |
Fotogramas de la película "Barry Lyndon" de S. Kubrick
Clarificador texto sobre el siglo XVIII del gran escritor y semiólogo italiano Umberto Eco. Antes de analizar este extracto y su posterior debate, buscad el vocabulario que no entendáis y documentaos sobre las referencias culturales que aparecen en él.
"Habitualmente se representa el siglo XVIII como un siglo racional, coherente, algo frío y distante, pero esta imagen, vinculada a la manera en que el gusto contemporáneo percibe la pintura y la música de la época, es claramente errónea.
Stanley Kubrick mostró con agudeza en Barry Lyndon cómo, tras el barniz glacial del Siglo de las Luces, se agitaban pasiones desenfrenadas y violentas, sentimientos arrebatadores, hombres y mujeres tan refinados como crueles. La violencia inaudita del duelo entre padre e hijo la recluye el director en un pajar que tiene la estructura arquitectónica de un edificio clásico de Palladio: así es como deberíamos intentar pensar y representar con mayor verosimilitud el siglo XVIII, el siglo de Rousseau, de Kant, y de Sade, de la douceur de vivre y de la guillotina, de la exuberante belleza tardobarroca y rococó y del neoclasicismo.
Podríamos decir que en el siglo XVIII la persistencia de la belleza barroca se justifica en el gusto aristocrático del abandono a la dulzura de vivir, mientras que el severo rigor neoclásico se corresponde con el culto de la razón, de la disciplina y del cálculo, características propias de la burguesía en ascenso.
Sin embargo, una mirada más atenta nos permitirá distinguir, junto a la vieja nobleza de la corte, una nobleza emprendedora más joven y dinámica, de gustos y costumbres que ya son de hecho burgueses, modernizadora y reformista, que lee la Encyclopédie y discute en los salones. A esa misma mirada le costará reconocer, no obstante, en el siglo XVIII, entre la enorme estratificación de las clases de comerciantes, notarios y abogados, escritores, periodistas y magistrados, esos rasgos que un siglo más tarde permitirán identificar el tipo social del burgués.
A esta compleja dialéctica de castas y clases le corresponde una dialéctica del gusto igualmente compleja: a la abigarrada belleza rococó no se opone un único clasicismo, sino muchos clasicismos, que responden a exigencias diversas, a veces contradictorias entre sí. El filósofo ilustrado reclama la liberación de la mente de las nieblas del oscurantismo, pero simpatiza sin ningún problema con el monarca absoluto y con los gobiernos autoritarios; la razón ilustrada tiene su lado luminoso en el genio de Kant, pero tiene un lado oscuro e inquietante en el teatro cruel del marqués de Sade; igualmente, la belleza del neoclasicismo es una reacción vivificante al gusto del Antiguo Régimen, pero también una búsqueda de reglas ciertas y por tanto, rígidas y vinculantes.”
(las negritas son mías)
Extracto de “Historia de la Belleza”, Umberto Eco, Lumen, Barcelona, 2004