martes, 26 de marzo de 2019

LA DECORACIÓN DE INTERIORES EN "DOLOR Y GLORIA" DE ALMODÓVAR

Un fotograma de la película "Dolor y Gloria" (Almodóvar, 2019) donde aparece el genial Antonio Banderas. Fuente de la imagen: https://m.revistaad.es/decoracion/articulos/interiores-dolor-y-gloria-ultimo-almodovar/22449

¡Saludos!
Por su interés, reproduzco el artículo de Anabel Vázquez en AD sobre las casas de la espléndida película de Almodóvar, "Dolor y Gloria".

Así son los interiores de DOLOR Y GLORIA, lo último de Almodóvar





Recorremos las casas de 'Dolor y Gloria', la nueva película de Pedro Almodóvar, unos interiores tan autobiográficos como su propio guión. Desde la infancia a la edad adulta, desde una cueva a un ecléctico apartamento.

En Dolor y Gloria aparecen una casa, un templo y una casa-casa. Esta última es una relectura de la casa de Madrid del propio Pedro Almodóvar. En la película vive Salvador Mallo, alter-ego adulto del director, interpretado por Antonio Banderas. Ese gran piso del Paseo de Rosales enmarca la acción trascendiendo el espacio físico y envolviendo al espectador, que termina sentado en la mesa de la cocina, abriendo cartas e invitaciones delante de un tostador de flores de colores. 
La última película del manchego, que se estrena el día 22 de marzo, además de ser un viaje al centro de sí mismo, lo es a su casa. Pedro Almodóvar abre su vida, su dolor y su gloria, como no había hecho nunca antes. No solo revela su rosario de enfermedades físicas y mentales, sus miedos, sus cuentas pendientes y cerradas, sino que hasta nos cuenta cómo es su cocina y dónde hace sus tostadas. Todos cuidamos a quién le desvelamos dónde dormimos y dónde nos lavamos los dientes. Él, una persona privada y discreta, se lo enseña al mundo entero. Este acto temerario es una declaración de intenciones, porque la película nos pone delante un espejo. Dolor y Gloria tiene que ver con el paso del tiempo y el tiempo pasa por todos, con o sin Oscar, con o sin retrospectivas en el MoMA.Como en toda su filmografía, la realidad aparece estilizada y construida. Este artificio, que tan bien controla el director, aquí se sujeta en un escenario principal: el del lugar en el que vive. El decorador Antxon Gómez ha recreado la casa que el director tiene frente al Parque del Oeste. La ha adaptado a las necesidades de la película. Gómez, una presencia recurrente en su equipo, reconoce que el “desafío era mantener la esencia y recrear, por un lado, la sensación volumétrica, de gran espacio, y por otro, modificar la relación con el exterior para adaptarla a la historia”. Se han construido pasillos, vestíbulo y otros espacios, pero la cocina es “clavada”, reconoce. A ella se entra por puerta de vidrio de Patricia Urquiola que es la misma que el director tiene en su casa. El lavabo del cuarto de baño es también igual. Algunos de los muebles que aparecen son suyos, como un aparador de Fornasetti (otro lo trajeron de Italia) y algún sillón de Rietveld que ya se usó en la casa de Penélope Cruz de Los Abrazos Rotos, que realizó Gómez. No todos: no se podía vaciar la casa porque el director vivía en ella, pero el equipo técnico entraba y salía para llevar jarrones u objetos varios al set, y el director lo propiciaba. Los fondos que se ven por la ventana están rodados desde la propia terraza y hubo que falsear el exterior desde el balcón. El artificio almodovariano funciona a la perfección envolviendo una historia que, de tan íntima, es muy generosa.

Fuente de la imagen: https://m.revistaad.es/decoracion/articulos/interiores-dolor-y-gloria-ultimo-almodovar/22449

Esta es una vivienda amplia, burguesa, de muebles y objetos caros, bien mantenida y muy consciente de serlo. Para el decorador es “muy difícil de definir, es personal, ecléctica y de alguien a quien le gusta el arte”. En un momento de la película el personaje de Leonardo Sbaraglia dice al entrar: “parece un museo” y el director responde: “Todo lo que ganado lo he invertido en esta casa y estos cuadros”. Ese piso de Rosales guarda mucho arte; de hecho, los lienzos de Pérez Villalta se cuelan en la trama. Estos aparecen (sus copias) en la película y, de hecho, los títulos de crédito enumeran las piezas que aparecen reivindicando su presencia.
Esta es la casa de alguien maduro que va incorporando con calma objetos a su vida. Eso también lo da el tiempo. Los objetos se mezclan encontrando su propio orden, una taza de Hermès con un tostador de Smeg (edición limitada Dolce&Gabanna). La imagen está sobrecargada de información, pero la puesta en escena es serena; hay mucho color e imágenes barrocas, pero esta es la película más austera y contenida de Almodóvar. Un ojo bien entrenado descubre piezas claves de diseño del siglo XX y muebles con nombre y apellido: la Mexique de Charlotte Perrian, un cabinet de mariposas de Fornasetti, un secretaire del mismo diseñador de los años 50, la lámpara Eclisse de Artemide, una lámina de Enzo Mari, una cómoda de madera reciclada de Piet Hein Eek, el reloj de George Nelson para Vitra…Y estos son solo algunos nombres.

La casa de Salvador/Pello está repleta de libros: hay cine, arte, diseño y moda. Se ven la biografía de Marilyn Monroe de Donald Spoto y muchos coffee-table; sin esforzarnos mucho distinguimos a Sottsas, El Greco, el Museo del Prado. Hay color, pero es un color contenido. Quien busque un casa pop con colores primarios igual se siente defraudado. Esta no lo es. Hay color y es tan contenido y directo como la película. La idea de un sofá verde de terciopelo ya le surgió al equipo de decoración en Los Abrazos Rotos y aquí quisieron recuperar. También hay una cocina roja, pero lo almodovariano es más profundo y va mucho más allá de una escala cromática y un mueble de Vitra. De manera paradójica, es la casa de alguien casero, pero no se ve erosionada por el uso. La cocina está impoluta y los objetos no se descolocan. El hombre que la habita pasa por ella casi rozándola pero, a diferencia de otras casas de películas previas, esta sí es una casa-casa. Es una casa donde se desayuna, se toman pastillas, se escribe, se duerme (poco o mal) y se sale al descansillo a despedir a los amores del pasado. 

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